El título hace referencia a un artículo publicado en eldiario.es cuyo autor es Enrique Cebrián Zazurca.
Me alegra poder deciros que no es estrictamente necesario leerse su artículo entero para entender las críticas que le hago, pues el autor ha tenido la amabilidad de resumirlo en 3 puntos básicos, 2 de los cuales ya son suficientes (opino) para desmontar todo su postulado:
- Él dice: Es de enorme trascendencia valorar la importancia de la representación como creadora de una voluntad popular que, de otro modo, sería inexistente. Aparte del horrendo paternalismo que perfuma esa afirmación, tengo que decir que, por lo que a mí respecta, y creo que cada vez a más gente, no son los partidos políticos (nuestros supuestos representantes) los principales ni los mejores creadores de eso que llama voluntad popular; colectiva, diría yo. O mucho me equivoco o asociaciones y plataformas como FACUA, Greenpeace o la PAH, por no seguir citando, son elementos fundamentales a la hora de mezclar actitudes y prioridades con datos, opiniones y evidencias, para formar una voluntad colectiva, o una ideología. Los partidos políticos se han quedado atrás y casi fuera de esta labor debido a su distanciamiento de la realidad popular, sus múltiples compromisos y conflictos de intereses (legítimos o no) y la pura desconfianza que producen.
- El tercer “punto gordo” reza lo siguiente: Deberíamos caminar hacia la creación de foros de deliberación política entre ciudadanos y entre estos y sus representantes. En la democracia que yo imagino, el Congreso sería ese espacio, pero quienes irían a discutir allí serían los proponentes de una idea, y sus detractores. Y luego votaríamos todos, directamente a través de Internet, sin intermediarios que digan representar la voluntad popular para luego violarla.
Si me preguntan qué ideas pasarían a ser discutidas en el Congreso yo diría que las que reciban más apoyo preliminar en un espacio de publicación de propuestas, tales como change.org o virtualpol.com.
Y si me preguntan que cómo podríamos votar todos por Internet yo diría que para eso se ha inventado un sistema denominado democracia líquida, implementado en sistemas como Ágora, y que algunas agrupaciones como el PdI están intentando llevar al Congreso. La gran virtud de ese sistema en el momento actual es que permite la integración de la democracia representativa y la directa, facilitando una transición no traumática desde uno a otro sistema. Es más: no es necesario completar esa transición para que el sistema mejore sustancialmente.
Hay otra falacia fundamental en el artículo que no quiero dejar de abofetear: No debe olvidarse que el sistema representativo –y, especialmente, el parlamentarismo– supusieron la introducción de la deliberación en el centro de la vida y de la actividad políticas. Fenomenal; entonces, ¿en qué consistía la famosa ágora griega, germen de la tan cacareada democracia original que supuestamente le debemos a los pobrecitos griegos? Un poquito de por favor, que la deliberación ya existía antes del parlamentarismo.
Precisamente, una cosa que nos permiten las nuevas tecnologías, tanto en asuntos comerciales (mira como a eso casi no le pusieron pegas) como ahora intentamos en asuntos políticos, es evitar la intermediación innecesaria y librarnos por fin de esos intermediarios que, durante los últimos siglos, se hicieron con la parte del león de la riqueza que transitaba por ellos, pero que se producía en los extremos que ellos intermediaban.
Creo que el fundamento de la democracia es: tener ideas, hacer propuestas y decidir entre todos cuales se siguen, cuales no, si se modifican las propuestas y cómo. Y, para eso, ya no necesitamos que nadie nos suplante.